domingo, 3 de junio de 2012

Wikileaks, crímenes de guerra y el principio Pinochet


Esta semana, los esfuerzos realizados por el fundador de Wikileaks, Julian Assange, para evitar su extradición a Suecia recibieron un duro revés. La Corte Suprema de Gran Bretaña ratificó la orden de detención que había sido dictada en su contra en diciembre de 2010. Tras anunciar una decisión dividida de 5 contra 2, los magistrados sorprendieron a muchos especialistas en cuestiones jurídicas al otorgar a Assange la posibilidad de apelar su fallo. Es la primera vez que la Corte Suprema de Gran Bretaña otorga la posibilidad de reconsiderar un fallo en más de diez años. El último precedente es el famoso juicio de extradición del ex-dictador chileno, Augusto Pinochet. El fallo contra Assange fue dictado a pocos días de que se cumplan dos años del arresto del soldado Bradley Manning en Irak, por haber presuntamente filtrado a Wikileaks miles de documentos confidenciales del gobierno estadounidense. Ambos casos nos sirven para recordar que, en la mayoría de los casos, mientras los denunciantes sufren, los criminales de guerra se salen con la suya.
Assange no ha sido formalmente acusado de cometer ningún delito, y, sin embargo, ha permanecido en arresto domiciliario desde que hace casi dos años Suecia emitiera una “Orden de Detención Europea”. Es importante resaltar que la orden de detención por cargos de violación, coerción ilegal y acoso sexual no fue emitida por un juez sino por un fiscal que busca interrogar a Assange en Suecia. Por su parte, Assange ofreció reunirse con las autoridades suecas en su embajada de Londres o en Scotland Yard, pero la propuesta fue rechazada.
Assange y sus simpatizantes sostienen que la orden de detención forma parte de un intento del gobierno estadounidense para encarcelarlo, o incluso ejecutarlo, y dar de baja su sitio de denuncias. En abril de 2010, Wikileaks difundió un video del ejército estadounidense con el nombre de “Asesinato colateral”, en el que se muestra cómo un helicóptero Apache mata a por lo menos 12 civiles iraquíes, entre los que se encontraban un camarógrafo de Reuters y su chofer.
En julio de 2010, Wikileaks difundió los llamados Diarios de la Guerra de Afganistán: miles y miles de comunicaciones secretas del ejército estadounidense que exponen el registro oficial de la violenta ocupación de Afganistán, la cantidad de víctimas civiles y hechos que podrían ser catalogados como crímenes de guerra. Pocas semanas después, las autoridades suecas emitieron la orden de detención.
Hay tantas personalidades públicas estadounidenses que han llamado a asesinar a Assange que se creó un sitio web para catalogar las amenazas. El ex gobernador del estado de Arkansas, candidato a la presidencia y comentador de Fox News, Mike Huckabee, afirmó: “Me parece que cualquier castigo inferior a la ejecución sería una pena muy ligera.” Asimismo, el prominente conservador Bill Kristol declaró: “¿Por qué no hacer uso de nuestros diversos recursos para hostigar, secuestrar o neutralizar a Julian Assange y a sus colaboradores, donde sea que estén?”
Las amenazas de muerte proferidas por ideólogos de la derecha son una cosa. Sin embargo, lo que más preocupa a Assange de su extradición a Suecia es que ello pueda derivar en una extradición a Estados Unidos. Wikileaks también difundió lo que denominó los “Archivos de inteligencia global”, un paquete de cinco millones de correos electrónicos de una empresa privada de inteligencia a nivel mundial llamada Stratfor, cuyas oficinas se encuentran en Austin, Texas. El 26 de enero de 2011, el vice-presidente de inteligencia de la empresa, Fred Burton, escribió en un correo electrónico: “No publicar. Tenemos un auto de procesamiento secreto contra Assange. Por favor, proteger.” Si se ha dictado una orden de procesamiento en secreto, es posible que Assange sea puesto en custodia de Estados Unidos poco después de aterrizar en Suecia. En ese caso, se podrían presentar cargos contra él por espionaje (el gobierno de Obama ha invocado la ley en más ocasiones que todos los demás gobiernos anteriores juntos), lo cual podría conducir a una cadena perpetua o a la pena de muerte.
En el Reino Unido siempre se evalúan cuidadosamente las solicitudes de extradición. Prueba de ello fue la celebre cruzada del juez Baltasar Garzón con miras a procesar al ex-dictador chileno, Augusto Pinochet, por los casos de tortura cometidos durante su gobierno, entre 1973 y 1990. En base a la orden de procesamiento de Garzón, Pinochet fue arrestado durante un viaje a Londres, en 1998. Después de 16 meses de audiencias, los tribunales británicos finalmente decidieron que Pinochet podría ser extraditado a España. Tras la resolución, el gobierno británico intervino y anuló la sentencia, permitiendo a Pinochet que volviera a Chile.
Garzón es famoso por defender casos relacionados a los derechos humanos en todo el mundo siguiendo el principio de jurisdicción universal, lo cual lo llevó a procesar a Osama bin Laden por los ataques del 11 de septiembre y a investigar las denuncias de abusos contra los prisioneros de la prisión estadounidense de la Bahía de Guantánamo. Cuando Garzón inició sus investigaciones sobre los abusos cometidos durante el gobierno fascista del General Francisco Franco, quien mantuvo el poder en España durante 40 años, la derecha española inició una ofensiva en contra del juez. A principios de 2012, Garzón fue inhabilitado, hecho que puso fin a su carrera en la magistratura.
Tanto el juez Garzón como Julian Assange se enfrentaron a poderes bien afianzados, ya sea que se trate del gobierno, del ejército o de las empresas. Bradley Manning está siendo acusado por las mismas razones. Sus vidas han cambiado, en diferentes grados, para siempre. Su libertad, sus carreras y sus reputaciones han sido amenazadas o destruidas. Esta semana, Hillary Clinton hará la primera visita oficial estadounidense a Suecia en años. ¿Por qué? ¿Qué papel está jugando el gobierno estadounidense en el caso Assange? Los acontecimientos de esta semana están relacionados de manera crucial con el derecho de la población a la información y dan cuenta clara de por qué los que denuncian las prácticas ilegítimas deben ser protegidos por la ley.

Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
© 2012 Amy Goodman

Un crimen abominable del Imperio estadounidense

Alguien nos comentaba que con la edad uno va perdiendo la capacidad de asombro, tal vez por la experiencia de la vida, pero evidentemente que ante el hecho denunciado ampliamente por Kaos en la Red, Aporrea, Rebelión y otros medios, nos hemos enterado y confirmado una noticia de un verdadero crimen de lesa humanidad cometido por el uso indiscriminado  tanto de material de guerra, a base de uranio radioactivo empobreció,  así como de bombas químicas de alto poder. El lugar:   IRAK donde le Imperio aseguraba con toda la parafernalia propagandística que el depuesto gobierno de ese país, poseía  armamento nuclear  y químico, lo cual ponía en peligro inmediato a la civilización occidental.  Bush como presidente de los Estados Unidos, su Estado Mayor General, y los acólitos Tonny Blair, Primer Ministro del Reino Unido y el José María Aznar, Primer Ministro de España (con la anuencia del Rey Juan Carlos I) tienen la inmensa responsabilidad de haber iniciado la guerra contra Irak, sin contar con el apoyo del Consejo de Seguridad ni de las Naciones Unidas.

Al  tiempo de hacer la invasión, del ahorcamiento de Sadan Husein, de la muerte de sus hijos, y de la destrucción prácticamente de la nación árabe, a la cual el mismo gobierno estadounidense había entregado material para la guerra bacteriológica que auspiciaron contra Irán,  de lo cual fuimos testigos millones de televidentes, el propio Bush admitió paladinamente que  “nos equivocamos”.  Y ese gigantesco error contra la humanidad, costó más de un millón de muertos, amén de las propias víctimas de los atacantes. Pero  cuando todos pensábamos que a pesar de la guerra civil que dejaron entre parcialidades religiosas del pueblo Iraquí, todo estaba por concluir, nos sorprenden los hechos en este año de 2012: más de 700 niños iraquíes, están naciendo sin cerebro.  Y la noticia más reciente es que ante tan desastrosa realidad, las madres iraquíes entierran esos seres, en la más absoluta clandestinidad, tal vez por la vergüenza que sienten al haber dado hijos con tales defectos irreparables.

Ante tan terrible realidad,  nos preguntamos: ¿Pasará  a la impunidad semejante crimen de lesa humanidad?  Y algo más tremendo aún ¿Eso es lo que espera a las víctimas del pueblo amigo de Libia? ¿Y tal vez lo mismo a otro pueblo árabe amigo de Venezuela, como es el caso de Siria? ¿Y también Irán?  ¿No tienen nada que decir y hacer por detener  al monstruo estadounidense: los máximos líderes de las religiones monoteístas, a excepción  de los sionistas?  ¿Y los gobiernos de los más de 180 países que forman parte del parapeto de las Naciones Unidas? ¿Y los venezolanos?

Si este horroroso crimen queda sin castigo, ¿qué futuro  espera a nuestros hijos, nietos y a la propia humanidad? Ojalá que haya una respuesta y pronta por los dirigentes mundiales y las sociedades.

Obama y su lista


El más grande horror es aquel del que nadie se horroriza. Y es el que ha llegado a los “mass media” mundiales sobre la “kill list” de Obama. En el que la “kill list” no es una película de Quentin Tarantino que podría disfrutar cómodamente el presidente de los EE.UU. sentado en un sillón de la Sala Oval de la Casa Blanca.

No la “kill list” es la lista de seres humanos que deben ser asesinados y que Obama administra personalmente todas las semanas. Algo que el New York Times define como “el más extraño ritual burocrático” “cada semana alrededor de 100 miembros del siempre elefantiásico aparato de seguridad nacional se reúnen en videoconferencia secreta, para analizar las biografías de sospechados terroristas y recomendarle al presidente cual deberá ser el próximo condenado a muerte”. Los burócratas se lo recomiendan pero la última palabra la tiene Obama que firma personalmente la condena a muerte de los “sospechosos terroristas” ya fueren ciudadanos usamericanos o extranjeros. Es de destacar que ninguno de ellos ha sido jamás condenado por ningún tribunal. El presidente de los EE.UU. se arroga literalmente el insindicable derecho de vida o muerte, sea cual fuere el ser humano de este planeta. Desde luego que una vez firmada esta “extraña” sentencia es inapelable y ni siquiera criticable (puesto que es secreta).

En el fondo, por muchos menos fue arrasada la Bastilla: los monarcas absolutos del Antiguo Régimen se limitaban a firmar sentencias, arbitrarias órdenes de encarcelación, ciertamente pero no asesinatos. Al fin de cuentas el calumniado George Bush fue más fiel al espíritu de la constitución estadounidense puesto que se “limitaba” a ordenar la arbitraria detención de cualquier sospechoso del mundo: si debía ser asesinado, el acusado era por lo menos procesado por una corte marcial usamericana. Ahora en cambio tenemos paradojalmente un presidente que fue elegido prometiendo el cierre de la prisión de Guantánamo y a no permitir que los sospechosos fueran detenidos indefinidamente sin juicio, pero que concluye su primer mandato firmando personalmente la lista de los asesinatos de estado. Detenerlos sin proceso, no, pero matarlos sin proceso, sí. Hay que tener en cuenta que la lista incluye no solo terroristas reales sino también “colaboradores”.

Para decirlo exactamente: mientras que por los decretos presidenciales de Bush podía ocurrir que un comando irrumpiese de repente en mi casa en Italia y me llevase a Egipto (o a la vituperada Siria) y me hiciese torturar por los mayores expertos y luego me transfiriese a una base militar de los EE.UU. de ultramar, como Diego García, para hacerme procesar por una corte militar estadounidense y eventualmente matarme, haciéndome desaparecer para siempre de la faz de la tierra sin que nadie se enterara, ahora con los poderes que Obama se ha arrogado, mientras estoy en Italia, cualquiera de la Casa Blanca, lee mi biografía, decide que soy un peligroso colaborador y firma mi condena a muerte: a este punto un empleado en mangas cortas (que imagino pachorrientamente obeso) de la base militar de Midwest se sienta ante su computadora y con el mando de los videojuegos dirige un drone a 9 mil km de distancia sobre la terraza de mi casa y me fulmina con un misil.

Sin embargo el sosegado New York Times protesta débilmente diciendo que “es demasiado poder para un presidente” pero hipócritamente propone “establecer criterios certeros” para la inclusión de alguno en la “kill list”.

Estamos ante el poder absoluto. Pero como decía anteriormente mucho más terrorífica es su acogida por parte de la opinión pública mundial. Estamos totalmente acostumbrados, nada nos asombra. No hay ningún indignado que se indigne por esto! ¿Qué más nos hace falta para despertarnos? Un primer ejemplo de “crueldad humanitaria”, de “bondadosa ferocidad” en el que resbalamos siempre cada vez más anestesiados y que proporcionó la imagen definitoria de la primera presidencia de Obama fue aquella reunión de notables y de amigos a los que invitó no a ver el final del Super Bowl sino al asesinato en directo de Osama Bin Laden y a festejar no un gol sino una bala. 

Pero todavía más emocionante es el chiste referido por el New York Times, después de que se firmara la condena a muerte de un ciudadano usamericano en el Yemen por incitar a yihad, y por la cual el premio Nobel de la paz comentó lo siguiente “Aquello resultó fácil.


Traducción Susana Merino
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=150679